Relas de Lori

Lorraine von Fanel

¿Cómo encontrar aquello que NO desea ser encontrado? La respuesta es tan simple que resulta irónica; dejar de buscar. Lo mismo ocurre cuando se intenta descifrar el código que rige la mentalidad en esta chica. Es un muro de acero que no puede ser penetrado por cualquiera, para ello hay que ganarse su confianza y, por obvias razones esto no suele ser bastante fácil.

En las pesadillas más obscuras, donde los cuentos de monstruos cobran vida, es allí donde Lorraine se encuentra. Una mujer que perdió el alma siglos atrás, un pobre humano que no merecía vivir. El aborto que sobrevivió contra toda maldita probabilidad. Es una hembra como muy pocas y tal vez como la mayoría. Mírala bien y no te dejes engañar, su belleza es su arma más letal. Tras esta fachada se esconde algo peor que el infierno. Bebe, mata, tortura y juega… Solo busca en sus actos la propia satisfacción, altanera, arrogante, peligrosa, frívola, calculadora, inteligente, pederasta, bisexual. ¿Existe algo nuevo? Esta cansada. Reconoce que la venganza no se ha llevado aún su dolor pero matando de forma cruel, despiadada, sin compasión, sin piedad y carente de remordimientos; es la única forma en la que puede desquitar la ira irracional y tristeza que lleva tan dentro de ella. Se ciega, enloquece, es capaz de cualquier cosa para conseguir callar la melancolía de sus pensamientos.

No existe nada más placentero para un vampiro que beber la sangre de los suyos, pero con cada gota que se arranca de sus cuellos, la condena es inevitable. Por eso ella no mata a sus víctimas vampíricas, solo les engaña, martiriza, atrapa e induce a su mundo de perversión. Disfruta del acto carnal, más que nada, inclusive más que la tortura y el drenado de sangre. Es escribir poesía erótica con cada beso, caricia, mimo, roce, respiraciones y jadeos enfebrecidos. Crear arte con la maldad, llegar hasta el clímax, retorciéndose en el placer que solo la depravación ofrece. Inventa senderos con sus arrumacos que te arrastran al infierno, es la lamia de la promiscuidad. ¡Sexo y sangre que maravillosa creación!

Sus pensamientos son tan profundos y revoltosos que muy pocas veces suelen entenderla cuando habla y le cuesta trabajo emplear un léxico dentro de los estándares de la normalidad. Utiliza montones de metáforas y comparaciones sin sentido, habla como el autor escribe entre líneas un conjuro prohibido. Los matices que maneja son una escala de diferentes grises, todo aquel que aprecie su obra desde la altura podrá añadir el color que le gusta. Todo en este mundo es relativo, las verdades no son absolutas, y aunque se esfuerce por conseguir un razonamiento pleno, nunca tocará el fondo de sus pensamientos.

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