La paz en Parcum se mantiene del mismo modo que el equilibrio en el Universo, es algo frágil y fácilmente corrompible. Tres de sus estados, Alsus, el del norte y también el más frío, Caloris, lleno de campos cultivables y más al sur, y Arboris, una isla de vegetación y clima tropical, viven en constante tensión a la espera de que un mínimo hecho desate la guerra. El estado mayor, Medium, será quien controle y modere las sesiones del Consejo y también que los acuerdos se respeten. ¿De qué lado estarás cuando llegue el momento de decidir?
Claire F. Winterson
Administradora
Ficha Anais
Página 1 de 1.
Ficha Anais
Anais Bricker Tournier
Nombre Completo: Edad: Especie: Tipo, Clase Social o Cargo: Orientación Sexual: Lugar de Origen: | Anais Bricker Tournier 19 años al morir / 21 años actualmente Fantasma. Clase alta. Heterosexual. Francia, ascendencia árabe. |
IMAGEN Y PERSONALIDAD
Está enojado con la vida, eternamente indignado con el destino si es que existe, más aún irritado con Dios y deseando que si hay alguno donde sea que esté, ojalá tenga trasero para poder pateárselo. Está cansado de esa racha de mala suerte que parece no terminar nunca. Su mal humor es algo que se mantiene siempre en la superficie o quizás rozándola esperando al más mínimo detonante para salir a flote. Y mientras peor se siente, más se cerrará esa pequeña ventana que permite observar hacia el interior de él. Con el paso del tiempo tal vez se retrae más, se retira, aleja y arrincona, mantiene una distancia cada vez mayor con su entorno y por sobre todo con aquellos desconocidos que intenten atravesar la barrera que ha creado. Y mientras no encuentre a alguien que le muestre que puede seguir viviendo, que no está mal volver a reír o disfrutar de las cosas que antes le parecían agradables, todo seguirá pareciendo igual de oscuro. Su mundo ha dejado de tener colores la mayor parte del tiempo, se mueve entre grises, blancos y negros que incluso se han trasladado a lo que viste. El único punto que puede alumbrar su sombría existencia es su hijo, quien pese a su corta edad es motivo también de dolor, encontrando en él muchas similitudes con esa mujer que extraña. Es por eso que ha preferido mejor mantener una relación distante con el pequeño y no dejarse doblegar por sentimientos que pueden afectarlo nuevamente. En todos los aspectos no incluidos en su vida personal es un hombre serio, responsable, muy trabajador y totalmente dedicado a sus negocios, parece incluso poseer un talento natural para estos y disfruta administrando además de llevando a cabo tareas con números. Debido a la ausencia de parte de su familia sintió también que ha tenido que crecer antes de tiempo, por lo que aquella parte lúdica propia de la adolescencia y temprana adultez ha desaparecido para dar paso a un hombre observador, conocedor de la importancia de los detalles, de mente fría y semblante sereno. Es paciente, quizás demasiado y pese a su humor ligero es difícil sacarlo realmente de sus casillas. Suele atacar cuando se siente amenazado porque ese es el mejor método de defensa que conoce y también porque no pretende que alguien se entere que detrás de esa fachada dura existe un hombre con el corazón roto por sentir demasiado amor por una mujer que lo dejó muy pronto. |
HISTORIA Y OTROS DATOS
Pese a nacer en Francia se ve como una extranjera, tiene los modales refinados europeos y el color de piel de aquellos que han pasado mucho tiempo bajo el sol. Sus padres, Adolphe y Karime son tan disímiles como pueden serlo el día y la noche. Él, criado bajo el estricto control de unos padres conservadores, severos y decididos a convertir a su hijo mayor en un hombre respetable y de preferencia un empleado de la corte francesa, se mantuvo siempre serio distante. Ella, de sonrisa fácil, libre como el viento, con cabellos oscuros y un brillo dorado que parece rodearla, su vida fue siempre en movimiento siguiendo los negocios textiles de sus padres y queriendo conocer al mundo por sus propios ojos. La atracción entre ambos fue rápida, intensa y por supuesto complicada, los padres de Adolphe se oponían y les tomó un poco de tiempo –además de demostrar que aquella unión no era un asunto monetario – el poder finalmente concretar la relación.
La llegada de un hijo es siempre una bendición, que ésta sea además una niñita tan deseada sólo fue signo de buena fortuna y de que aquel año sería uno próspero. Decidieron partir entonces y recorrer toda la parte norte de África, Adolphe aprendía el oficio de la familia de su esposa mientras Karime le demostraba que en las estrellas es posible encontrar el rostro de aquellos que están más lejos. La niña crece entre dos mundos, entre viajes por Europa y el medio Oriente, Anais siente su piel curtida por el sol e impregnada de cientos de recuerdos, aprende historias en cada una de las tierras que visita así como también el idioma de aquellos que comparten con ella algunos minutos. Corre entre telas, entre especies que le inundan la imaginación, entre amor que su familia le profesa; crece tocando la realidad con sus propias manos pero es ignorante del dolor que sus adorados padres poseen al no poder concebir una vez más.
El paso del tiempo les obliga a tomar una decisión, desean volver a casa pero el negocio no se encuentra en ese lugar. Adolphe propone entonces la idea de asentarse en Italia y de ese modo están un poco más cerca de la familia que han dejado atrás, ahora incluso podrán recibir cartas y los regalos para la pequeña. Compran una pequeña finca en el sur de este país, bien cerca del mar y Anais ve pasar los años sintiéndose de a poco perteneciente a aquel lugar que la ha recibido con los brazos abiertos. Han encontrado aquí un nicho creciente para la importación y exportación de telas, además le han permitido a Karime crear sus propios diseños que se han vendido tan bien al punto de recibir pedidos desde otros puntos de Europa. Las ganancias obtenidas sólo acrecientan el patrimonio que ya poseían y también los tientan para nuevamente viajar, esta vez volviendo a sus raíces, a un destino conocido.
Cuando la ahora muchachita tiene sólo 16 años llegan a Paris. Sus padres sienten que la ciudad es un poco abrumadora pero no por eso disminuirá su belleza o las oportunidades que esta entrega. Anais recibe educación como las jovencitas de aquella urbe y también mantiene las costumbres y tradiciones de la tierra de su madre. Los negocios se mantienen estables y aunque comienzan a crecer ya no están tan solo a cargo de sus padres, esto les otorga tiempo libre a todos y también una oportunidad que antes, debido a los constantes viajes, no habían tenido. Generan amistades, un grupo de familias que suele visitarse buscando el primer motivo para hacer una fiesta además de crear lazos comerciales que lo benefician a todos. Pese a que la joven suele restarse de compartir con desconocidos, la insistencia de su madre logra que los acompañe a conocer la nueva granja recién adquirida de los hijos de unos amigos muy queridos que han conocido hace poco.
Anais ha sentido el amor de sus padres, ha conocido el cariño de sus abuelos y los escasos amigos que pudo hacer durante su vida itinerante. Pero hasta entonces nunca supo lo que es sentirse querida de un modo distinto, por alguien que la mira con ojos directos y que la hacen sentir como la mujer más hermosa del planeta, que aún con todas sus fallas puede ser espectacular, increíble, tal como lo son los días junto a él. Luego de un breve compromiso se casan en el comienzo del otoño cuando ella tiene sólo 17 años, junto a él aprende el significado del amor, de entregarse en cuerpo y alma, también lo que es convivir todos los días con alguien nuevo, descubrir nuevas formas de ser feliz. Anais se siente feliz, completa y lo es más aún cuando se entera que será madre, algo que quizás era sólo una idea se transforma en realidad y reciben pronto al pequeño Oliver, quien a sus ojos es el bebé más maravilloso y adorable que alguna vez haya visto.
Se siente enferma, quiere poder levantarse, ser ella quien atiende a su hijo, pero las fuerzas no le dan y apenas intenta ponerse en pie las piernas le tiemblan y no logra dar más de algunos pasos. Sabe que la vida se le va entre los dedos, que aunque lo intente no podrá conocer el futuro de ese hijo que tanto ama o poder vivir la vejez con el hombre que es el amor de su vida. Momentos antes de partir está a solas con Felix, con su adorado Bricker. Le hace prometer que será él quien cuide de Oliver, quien se encargue de criarlo y de hacer de él un buen hombre, evita llorar pero las lágrimas salen a raudales, apenas alcanza a darle un último beso antes de simplemente irse o al menos continuar como lo sintió ella. No sabe realmente que pasó entre el proceso de morir y luego conventirse en lo que sea que es, según las historias que ha escuchado se supone que podría ser un fantasma, que tendría la opción de acercarse a su familia, pero teme que la impresión arruine todo y perder también la oportunidad de verlos desde lejos.
La llegada de un hijo es siempre una bendición, que ésta sea además una niñita tan deseada sólo fue signo de buena fortuna y de que aquel año sería uno próspero. Decidieron partir entonces y recorrer toda la parte norte de África, Adolphe aprendía el oficio de la familia de su esposa mientras Karime le demostraba que en las estrellas es posible encontrar el rostro de aquellos que están más lejos. La niña crece entre dos mundos, entre viajes por Europa y el medio Oriente, Anais siente su piel curtida por el sol e impregnada de cientos de recuerdos, aprende historias en cada una de las tierras que visita así como también el idioma de aquellos que comparten con ella algunos minutos. Corre entre telas, entre especies que le inundan la imaginación, entre amor que su familia le profesa; crece tocando la realidad con sus propias manos pero es ignorante del dolor que sus adorados padres poseen al no poder concebir una vez más.
El paso del tiempo les obliga a tomar una decisión, desean volver a casa pero el negocio no se encuentra en ese lugar. Adolphe propone entonces la idea de asentarse en Italia y de ese modo están un poco más cerca de la familia que han dejado atrás, ahora incluso podrán recibir cartas y los regalos para la pequeña. Compran una pequeña finca en el sur de este país, bien cerca del mar y Anais ve pasar los años sintiéndose de a poco perteneciente a aquel lugar que la ha recibido con los brazos abiertos. Han encontrado aquí un nicho creciente para la importación y exportación de telas, además le han permitido a Karime crear sus propios diseños que se han vendido tan bien al punto de recibir pedidos desde otros puntos de Europa. Las ganancias obtenidas sólo acrecientan el patrimonio que ya poseían y también los tientan para nuevamente viajar, esta vez volviendo a sus raíces, a un destino conocido.
Cuando la ahora muchachita tiene sólo 16 años llegan a Paris. Sus padres sienten que la ciudad es un poco abrumadora pero no por eso disminuirá su belleza o las oportunidades que esta entrega. Anais recibe educación como las jovencitas de aquella urbe y también mantiene las costumbres y tradiciones de la tierra de su madre. Los negocios se mantienen estables y aunque comienzan a crecer ya no están tan solo a cargo de sus padres, esto les otorga tiempo libre a todos y también una oportunidad que antes, debido a los constantes viajes, no habían tenido. Generan amistades, un grupo de familias que suele visitarse buscando el primer motivo para hacer una fiesta además de crear lazos comerciales que lo benefician a todos. Pese a que la joven suele restarse de compartir con desconocidos, la insistencia de su madre logra que los acompañe a conocer la nueva granja recién adquirida de los hijos de unos amigos muy queridos que han conocido hace poco.
Anais ha sentido el amor de sus padres, ha conocido el cariño de sus abuelos y los escasos amigos que pudo hacer durante su vida itinerante. Pero hasta entonces nunca supo lo que es sentirse querida de un modo distinto, por alguien que la mira con ojos directos y que la hacen sentir como la mujer más hermosa del planeta, que aún con todas sus fallas puede ser espectacular, increíble, tal como lo son los días junto a él. Luego de un breve compromiso se casan en el comienzo del otoño cuando ella tiene sólo 17 años, junto a él aprende el significado del amor, de entregarse en cuerpo y alma, también lo que es convivir todos los días con alguien nuevo, descubrir nuevas formas de ser feliz. Anais se siente feliz, completa y lo es más aún cuando se entera que será madre, algo que quizás era sólo una idea se transforma en realidad y reciben pronto al pequeño Oliver, quien a sus ojos es el bebé más maravilloso y adorable que alguna vez haya visto.
“Quiero que estés conmigo hasta que me haya ido.”
Se siente enferma, quiere poder levantarse, ser ella quien atiende a su hijo, pero las fuerzas no le dan y apenas intenta ponerse en pie las piernas le tiemblan y no logra dar más de algunos pasos. Sabe que la vida se le va entre los dedos, que aunque lo intente no podrá conocer el futuro de ese hijo que tanto ama o poder vivir la vejez con el hombre que es el amor de su vida. Momentos antes de partir está a solas con Felix, con su adorado Bricker. Le hace prometer que será él quien cuide de Oliver, quien se encargue de criarlo y de hacer de él un buen hombre, evita llorar pero las lágrimas salen a raudales, apenas alcanza a darle un último beso antes de simplemente irse o al menos continuar como lo sintió ella. No sabe realmente que pasó entre el proceso de morir y luego conventirse en lo que sea que es, según las historias que ha escuchado se supone que podría ser un fantasma, que tendría la opción de acercarse a su familia, pero teme que la impresión arruine todo y perder también la oportunidad de verlos desde lejos.
- Aún se está habituando a esto de ser fantasma.
- Se mantiene siempre cerca de su familia, sólo observándolos desde lejos pero con el temor de acercarse y arruinarlo todo.
- Espera el momento adecuado para contarle a su esposo que sigue “viva”.
- Teme que él pueda conocer a alguien más y por eso no permite que otras mujeres –independiente de aquellas que trabajan con él- se le acerquen.
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.